El perro
Nuevamente se echó. Lo patearon para que se vaya a otro lado, pero no le importó y se quedó tranquilo en el lugar y siguió acostado. Pasó un tiempo y pasó gente que no lo quería ver en ese lugar, es más les molestaba su presencia. Sin embargo trató de seguir tranquilo, trató de no moverse de su sitio, lo que menos quería era molestar pero estaba tan calentito y cómodo que se quedaba igual. Sabía que a pesar de su presencia, ellos volverían a estar allí al día siguiente.
Con una dulce y tierna mirada preguntó si podía recostarse tranquilo esta vez. Vio que la gente llevaba la cabeza de un lado a otro, es decir se lo negaron. Suspiró y dejó la cabeza agachas e inclinó el cuerpo como quien lo hace cuando recibe una respuesta negativa o como quien dice, parecía un pollito mojado. De repente abrió un ojo y miró únicamente hacia un lugar en particular, allí eligió un nuevo sitio, más reconfortante y cómodo. Quitó de encima unas bolsas que molestaban y volvió a echarse. Luego nuevamente le interrumpieron el sueño, esta vez fue porque le agarró hambre, por lo que se sirvió de lo que había en esas bolsas. Luego volvió al lugar donde se encontraba antes, se sentó, cruzó los brazos, miró a las gentes y sonrió. A lo lejos oyó una voz, le sonó a… a que hablaban dulcemente. Se apuró a llegar a ella, quitó y superó todo obstáculo que se interponía. Trató de encontrar esa voz, registró y registró en su corta memoria a quien le pertenecía, ya que le resultaba un tanto familiar.
Examinó a las personas, ¿cuántas más quedarían?-se preguntó. Finalmente quedó atónito porque no le hablaron a él y volvió a su lugar reconfortante y comida diaria.
©Marcos A. Robledo 2013
©Marcos A. Robledo 2013
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