Traición.
Esas palabras resonaron como ecos sordos en mi mente. Y me entristecí al darme cuenta que uno siempre repite los mismos errores.
Estaba en la oficina, por cerrar cuando apareció de golpe una belleza de rojo, con un escote que le llegaba a la gloria, y arreglada como si fuera a ir a una fiesta, aunque embarazada, que me pidió que investigue a su marido. Me dio sus señas particulares, los lugares que frecuentaba (que por cierto me eran muy conocidos), donde trabajaba y las actividades que realizaba. Accedí a realizar la investigación, le pedí el 50% por adelantado, pero me dijo que la recompensa iba a ser muy grande y en otro momento me pagaría. Pero cuando la “limosna” es grande… limosna por así decir, porque nadie da limosna, sino que sólo entregan lo que les sobra. No hacen un verdadero sacrifico. En fin igualmente acepte, porque en ella veía algo que se me hacia familiar, le comenté que empezaría la semana entrante. Mientras charlábamos, me dijo que me iba a dar un adelanto y por debajo de la mesa me acariciaba con el pie (descalzo), mi pierna y mis impulsos de hombre, la verdad, mandaban. Estábamos en la oficina, jugando a seducirnos. En un determinado momento quise abandonarlo, ¡¡estas loco, esta embarazada!! Pensé que pensaba, pero se ve que lo dije en voz alta porque me respondió que no le importaba, una mujer cuando esta embarazada es cuando más ganas le dan, todo lo estimula y que su marido ya no le prestaba atención, ni la tocaba, sospechaba que se estaba volviendo homosexual. Muy excitado, tiré todo lo que había en el escritorio e hicimos el amor. Luego de esto me pidió que no sólo sea ese momento, que quería que su hijo tenga una figura paterna a seguir y no un homosexual reprimido.
Finalmente pude cerrar más que tranquilo la oficina, y al cruzar esa puerta, volver a ser yo, sentirme liberado. Como todos los viernes pasaba a buscarme para ir a cenar, luego a pasar una noche entretenida en algún bar o boliche y finalizar en un hotel de San Telmo. Al fin llegó, esos 5 minutos fueron eternos, pero no se bajó del auto, ni me miró solo entreabrió el vidrio y dijo: “No te quiero ver más, quiero rehacer mi vida con mi mujer.” No entendí porque me dijo eso, me quedé anonadado en el medio de la calle, pero en fin debía continuar. Me fui al bar a “Matar” penas.
Era miércoles y ella estaba allí, esperándome, esta vez con un vestido negro, bien atractivo. Le dije que tenía unos datos, que espere a que abra la oficina. Atravesamos la puerta, mientras le contaba la información que tenía hasta el momento, nuevamente, me seducía. Empezamos a hacer el amor y me detuvo. Sacó una foto y me mostró a su marido, en ese instante se me heló el rostro. No entiendo que hice con esa mujer; era mi ex- pareja, a quien tenía que desenmascarar, fue en ese momento que entendí, el “rehacer mi vida.” Ella me miró y dijo que ya sabía toda nuestra historia, y que quería saber quien dominaba en la relación. Esas palabras resonaron como ecos sordos en mi mente. Y me entristecí al darme cuenta que uno siempre repite los mismos errores.
©Marcos A. Robledo 2013
Estaba en la oficina, por cerrar cuando apareció de golpe una belleza de rojo, con un escote que le llegaba a la gloria, y arreglada como si fuera a ir a una fiesta, aunque embarazada, que me pidió que investigue a su marido. Me dio sus señas particulares, los lugares que frecuentaba (que por cierto me eran muy conocidos), donde trabajaba y las actividades que realizaba. Accedí a realizar la investigación, le pedí el 50% por adelantado, pero me dijo que la recompensa iba a ser muy grande y en otro momento me pagaría. Pero cuando la “limosna” es grande… limosna por así decir, porque nadie da limosna, sino que sólo entregan lo que les sobra. No hacen un verdadero sacrifico. En fin igualmente acepte, porque en ella veía algo que se me hacia familiar, le comenté que empezaría la semana entrante. Mientras charlábamos, me dijo que me iba a dar un adelanto y por debajo de la mesa me acariciaba con el pie (descalzo), mi pierna y mis impulsos de hombre, la verdad, mandaban. Estábamos en la oficina, jugando a seducirnos. En un determinado momento quise abandonarlo, ¡¡estas loco, esta embarazada!! Pensé que pensaba, pero se ve que lo dije en voz alta porque me respondió que no le importaba, una mujer cuando esta embarazada es cuando más ganas le dan, todo lo estimula y que su marido ya no le prestaba atención, ni la tocaba, sospechaba que se estaba volviendo homosexual. Muy excitado, tiré todo lo que había en el escritorio e hicimos el amor. Luego de esto me pidió que no sólo sea ese momento, que quería que su hijo tenga una figura paterna a seguir y no un homosexual reprimido.
Finalmente pude cerrar más que tranquilo la oficina, y al cruzar esa puerta, volver a ser yo, sentirme liberado. Como todos los viernes pasaba a buscarme para ir a cenar, luego a pasar una noche entretenida en algún bar o boliche y finalizar en un hotel de San Telmo. Al fin llegó, esos 5 minutos fueron eternos, pero no se bajó del auto, ni me miró solo entreabrió el vidrio y dijo: “No te quiero ver más, quiero rehacer mi vida con mi mujer.” No entendí porque me dijo eso, me quedé anonadado en el medio de la calle, pero en fin debía continuar. Me fui al bar a “Matar” penas.
Era miércoles y ella estaba allí, esperándome, esta vez con un vestido negro, bien atractivo. Le dije que tenía unos datos, que espere a que abra la oficina. Atravesamos la puerta, mientras le contaba la información que tenía hasta el momento, nuevamente, me seducía. Empezamos a hacer el amor y me detuvo. Sacó una foto y me mostró a su marido, en ese instante se me heló el rostro. No entiendo que hice con esa mujer; era mi ex- pareja, a quien tenía que desenmascarar, fue en ese momento que entendí, el “rehacer mi vida.” Ella me miró y dijo que ya sabía toda nuestra historia, y que quería saber quien dominaba en la relación. Esas palabras resonaron como ecos sordos en mi mente. Y me entristecí al darme cuenta que uno siempre repite los mismos errores.
©Marcos A. Robledo 2013
Comentarios
Publicar un comentario