Egoísta


Teodoro se sintió y estaba sólo y aburrido. Pensó que sería buena idea si pasaba un rato placentero, en su intimidad. Por lo que se levantó de la cama, fue al baño, desayunó y volvió a la habitación y lentamente se fue desvistiendo y se acostó.
Luego de pasados diez minutos, miró el reloj y notó que ya era tarde. Se levantó y se dirigió a la cocina tomó alimentos y preparó el almuerzo, dispuesto a salir para el trabajo, seguir con su odiada rutina, el colectivo en donde viajan todos apretados, como en una gran orgía; en el subte, lo mismo, todos sudados, para finalmente llegar al trabajo y conseguir el sueldo que a duras penas le alcanza para llegar a fin de mes.
Concluida la jornada laboral y para relajarse fue, - Teodoro, con sus compañeros de sector, a los cuales perdió de vista, aunque tampoco le importaba mucho- al lugar donde el hombre abandona su condición humana para convertirse en una salvaje bestia, y así satisfacer sus necesidades fisiológicas con mujerzuelas que ni siquiera le agradan, - pero es la idea, no sentir nada, solo el placer de estar teniendo sexo sin necesidad de generar un vínculo. Sólo pagar y “si te he visto no me acuerdo”- por su suerte pasó con una rubia ¿ó morocha?, no recuerda bien. Solo recuerda esos pechos turgentes, bien duros, esos pezones erectos que le daban la impresión que lo apuntaban y lo incitaban a lamérselos y esa sensual cola redonda, como se dice como una manzana que todos desean saborear, intacta que nadie la pudo degustar, al menos eso quería creer. Hicieron todas las poses habidas y por haber, incluso las que todavía no existen, ni se han inventado, podrían inventar un nuevo Kamasutra, más actual y sensual de lo que es ahora. Agotados de tanto jadeo con todo lo que pasó, más que un cuarto era un delicioso sauna, sudor por todos lados pero no fue para nada sensual ni dulce, fue más bien morboso y sucio. El acto, una vez concluido - busca su ropa en el revoltijo del cuarto- ni el nombre le preguntó, nada sobre ella quería saber, total siempre mienten respecto a ello, todas tienen 23 o 24 años y dicen que se llaman Lu, Estefy, Priscila, Jenny, nombres que denotan que son prostitutas que lo usan para provocar, como de ser “Pamela o Samanta”, que son los más comunes en ese ambiente, por lo tanto no merecía la pérdida de tiempo, por ser que tampoco le interesaba saber. Sólo quería saciar su apetito sexual, que realmente lo intentó lograr, pero no tuvo éxito.
Entre que se vistió y pensó en aquello, ya estaba desnudo y haciendo el amor con otra. Así tan rápido como un abrir y cerrar de ojos, pero esta vez trató de ser un poco más delicado, además venía de haber saciado parcialmente su apetito con aquella. Pero le era necesario estar con otra realmente porque no lograba sentirse satisfecho. Deseaba sentirse agotado, sin ganas de hacer nada, es decir “fumar un cigarrillo y beber whisky”, después de tener relaciones, porque aquella chica por más que se esforzó no lo logró. Concluido el acto, no pasó nada con ésta fue lo mismo que con la chica anterior. Por lo que se retiró sin decir nada de nada. De inmediato fue a buscar a su ex novia - porque ella conocía todo lo que le gustaba que le hicieran y cómo- y se dirigieron a su casa lo más rápido posible, mejor dicho a su cuarto, al menos eso intentaron -si era por él lo hacían en la calle porque se apoyaban y se franeleaban tanto que él se fue calentando y ella también, con el roce de sus pelvis, sus manos fuera de lugar, fuera de lugar para el contexto en el que se encontraban, porque muy bien sabían donde debían estar. Ella comenzó a gemir, él también, con eso se excitaron muchísimo más, recordaron viejos momentos. Con lo cual, lo llevaba a querer hacerlo en el medio de la calle, total no había nadie porque estaba muy oscuro, y él realmente estaba insatisfecho. Ella se excitaba cuando le tocaba los pechos, lo sentía muy lindo, lástima  que tenía el corpiño y el resto de la ropa. Ella se dejó llevar por los impulsos de ese pequeño demonio, vestido de ángel. No se animó a tocar sus partes porque sentía que era muy indecoroso estar en ese estado en la vía pública. Por lo que comenzó a morderle el cuello y a excitarlo más y más, lo mismo ocurría con ella. Ya en el éxtasis de ella, él se dio cuenta y debido a aquello le acarició todo el cuerpo. Por lo cual trataron de llegar lo más rápido posible.- Cuando al fin estaban solos en el cuarto, él comenzó a besarla muy apasionadamente y a acariciarle el abdomen y los pechos por debajo de la blusa y ella estaba con su mano la bragueta de él. Finalmente se quitaron uno a otro la ropa. Cuando ella estaba por quedar en ropa íntima, él le pidió que haga un baile erótico mientras se la quitaba y él se tocaba sus partes, para estimularse aún más y complacerse ambos. Sus manos en su cuerpo, eran como el viento y su lengua le acariciaba todo el cuerpo, todo el cuerpo. Ella a él también lo acariciaba, tocaba y besaba con la boca húmeda deseosa de más, eran una química perfecta.
Lo hicieron una y otra vez. Bien agotado, él decide darse un baño, se lo hace saber y también le dice, “No aguanto más estoy muy excitado, espera a mí regreso para continuar. Voy a estar pensando en vos y en todas las cosas que me encantarían hacerte en este momento”. Ella, sin aguantarse las ganas después de todas las cosas que Teo le dice, lo sigue de atrás sin que lo supiera y se mete, sin decirle nada en la ducha, y empiezan a hacer ahí todas esas cosas que él le había dicho hacía unos instantes. Él al verle caer las gotas por las nalgas, se las intenta detener con la lengua, y comienza a subir, continúa por los pechos y hasta llegar a la cara y besarse apasionadamente, era una orgía de besos. El agua no podía contener ese fuego, era fuego griego. Él contra la pared, nuevamente comenzó a descender, a diferencia que esta vez ella estaba de frente y no tiene mejor idea que subirla arriba de los hombros suyos. Mientras, él le acariciaba con la lengua la entre pierna y le tocaba los dulces senos, como solía hacer en las noches apasionadas que pasaban, esas noches fascinantes. Luego, la baja de los hombros y la alza en brazos, ella enreda las piernas alrededor de la pelvis de él y se van contra la pared, pero esta vez es ella la que se encuentra contra la pared, y continúan con lo que comenzaron y finalizaron en la cama, pero estaban tan ardientes que aún lo continuaban en otros cuartos de la solitaria casa.
Una más sexy y más atorranta que la otra, -aunque le fascinaba que fueran así-  pero realmente él era el insaciable, era un verdadero semental, un gurú del sexo. Todas tenían algo que le gustara y en que se destacaran en hacerlo, y estaba muy complacido en ese sentido.

Finalmente, escuchó el silbido de la pava hirviendo y cayó en la realidad que estaba concluyendo el acto más egoísta por excelencia, y se dio cuenta que no habían pasado ni quince minutos y recién iba a estar listo lo que había preparado para almorzar y que sólo estaba en su cuarto masturbándose.



 
©Marcos A. Robledo2012

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