Días en el campo

             
  Como todas las historias de este tipo, suceden alrededor de 1940 y en el campo. Así que esta no va a ser una excepción porque de verdad sucedió allí y en esa época.
  Ésta es la historia de Don Vittore, un abuelo campesino italiano que se radicó en la Argentina. Como todo buen abuelo, se preocupa y ocupa por que no les falte nada a sus nietos. Por lo tanto, como todas las mañanas salía tranquilamente y a paso tranquilo  a las 7.00 am y caminaba 5 km hasta llegar a la chacra del lechero y volvía, llegaba a la casa antes de las 9.00 am que en ese horario se levantaban los niños.
  Un buen día Don Vittore, como todos los días, se levantaba a las 5.30 am, se lavaba la cara e iba al baño mientras esperaba que se caliente la pava y poder tomar unos cimarrones con la patrona y luego, finalmente, agarrar los tambores de leche, subirlos a la carreta y poder partir en búsqueda de los alimentos del día.
  Don Vittore, ya cansado de la rutina diaria de tener que caminar 3 km lineales hacia la derecha, 1 km hacia la izquierda, 1/2 km hacia la izquierda nuevamente y medio más hacia su derecha. Ese era el recorrido más rápido, directo y conocido por todos, que cuando se demoraba un poco lo iban a alcanzar, ya que por eso mismo siempre hacia el mismo camino, para que puedan encontrarlo. Este día en cuestión Don Vittore, se decidió finalmente a cambiar el recorrido, porque hacían más de 10 años que lo hacía y quería ver nuevas caras, nuevos paisaje y conocer otra parte del pueblo. En pocas palabras, poder refrescar la vista.
  Eran las 9.00 am, puntualmente se levantó el más grande de los nietitos preguntando si podía desayunar y donde estaba su abuelo para ir a darle un beso. Le responden que todavía no podía desayunar porque el abuelo se había demorado un poquito en regresar pero que en unos minutitos podría desayunar porque las tostaditas ya estaban echas, solo faltaba la leche... Más tarde se levanta el menor, el más dormilón y Don Vittore aún no llegaba, entonces ya empezaban a preocuparse porque ya habían pasado unas horas de su no regreso. No les dijeron nada a los pequeños y en silencio salieron en su búsqueda, por el camino habitual.
  Agitado y casi sin poder hablar llega el padre y dice que recorrió todo el camino cuidadosa y minuciosamente y no estaba por ningún lado el abuelo. Incluso fue acompañado por el comisario del pueblo y el Bobby, y ellos tampoco vieron nada ni siquiera una pista, por minima que fuese. Los niños oyeron al padre diciendo esto, se preocuparon y le preguntan que pasó que fue acompañado por la policía, si lo habían asaltado al abuelo y donde estaba en ese momento el abuelo. Les responde que no sabía donde estaba, que él también lo deseaba saber. El más pequeño pensaba que no lo quería más por lo que le había dicho el día anterior, que no era más su abuelo y que por eso se fue de la casa, que todo era culpa suya. Por lo que se puso a llorar y se fue corriendo a su habitación, y detrás de él iba su madre para consolarlo. La abuela decía que Vittore ya era viejo y estaba senil y que nadie la oyó, que no había que dejarlo solo, le agarró uno de sus ataques a mitad de camino y se olvidó de como regresar hasta la casa.
  Luego de calmar al pequeño, la madre regresa y comenta que por la forma en que desapareció, sin dejar rastros, tenía miedo de que lo haya abducido un ovni, porque escuchó en la radio que en Inglaterra ya habían bajado los extraterrestres a invadir, temía que a él lo hayan tomado como rehén.
...
  A los tres días, después de tantas conjeturas, búsquedas y de tener a Jesús en la boca. Con la barba más larga, sucio, mal oliente y muy dolorido, se presenta en la puerta de los Pucci, Don Vittore que les cuenta todas las peripecias de esos días. Pide encarecidamente que hagan preguntas uno por vez porque le dolía mucho la cabeza y que dejen de decir lo que ellos pensaban que había sucedido. Igual le respondió a cada uno. "No, lindo, no me han robado ni nada. Pequeño esa es una rabieta de cualquier niño, que a pesar que le diga eso nunca lo iba a dejar de querer. Ya estoy cansado de que me digas senil, a parte tú eres más vieja, vieja!! Igual te amo. Corazón, gracias por preocuparte pero ya se sabe que esa fue una broma radial de mal gusto de un escritor. Hijo muchísimas gracias por preocuparte tanto por este viejo, pero la verdad es que me cambié de recorrido.
  Dicho esto, les contaré la verdad de la milanesa. Hace 3 días cuando fui y volví del tambo decidí cambiar el recorrido para cambiar el recorrido diario y por uno que no era muy transitado, porque ya estaba cansado de hacer siempre igual. No pensé que fuera a pasarme algo. Pero ese cambio fue la peor decisión que pudo tomar, porque al regresar tropecé y caí con la carreta y los tambores en una zanja muy profunda y de la que no podía salir solo. Además, los tambores llenos de leche me obstruían las piernas. Hasta hacia dos horas me encontró un campesino y me ayudó y así pude regresar. 'Mejor malo conocido que bueno por conocer', ahora lo único que deseo es poder tomar un baño y dormir bien por unas buenas horas."


©Marcos A. Robledo2014

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