Viejas tradiciones
El mal tiempo se aventuraba a los hechos...
Roderick, el hijo más grande de la familia Swaick falleció al instante
en un accidente letal. Por ser una familia de la nobleza, el hermano soltero que
le siga debe hacerse cargo de la viuda y de sus hijos como si fueran sus
propios hijos, pero sin ser él reconocido como padre legal, lo seguiría siendo
el hermano difunto.
Esta es la vida que le tocó vivir a Ian. A pesar de esta vieja tradición
y de saber que durante siglos y siglos se llevó a cabo, él la rechazaba,
detestaba y aborrecía. Para él la nobleza era otra cosa y debía encargase de
cosas más importantes que del matrimonio y preocuparse por con quien compartían
la cama. Así es que se rehusaba a compartir su vida con la que era mujer de su
hermano, solo para mantener un linaje y posición
social.
Ian estaba enamorado de una pueblerina que iba religiosamente todos
días lunes, miércoles y viernes, para bañar a los perros y limpiar el jardín. Llegaba
a las 10.00 am hora en que Ian ya estaba bañado, perfumado y no permitía que
nadie abriese la puerta ni el ama de llaves, la abría para ser el primero que
viese al llegar a la casa y el primero en verla y recibirla como es debida su
llegada. Llegaba el momento en que abría la puerta y ella estaba ahí parada con
sus pelos pajosos, ojos azules sin brillo, hombros caídos por cargar baldes y
baldes de agua; unos retazos de tela simulando un vestido, casi descalza y una deplorable
higiene. Pero él la veía como una princesa, su princesa, una chica que viene de
la realidad, no de cuentos que de hadas que se cuentan, una chica de la vida.
Gracias a sus ojos y gran imaginación, hacían que la viese a su mismo nivel
socio- económico, no los defectos mencionados.
Tampoco era que Ian estaba loco, sino que estaba realmente enamorado y
no era culpa de la pueblerina que no quiera casarse porque no despreciaba a
Kate. Sino que con ella se crió y la veía como a una hermana, sabían y conocían
todo el uno del otro, por esto mismo no podía ver su belleza, por el echo de
“ser” su hermana, no tenía esa mirada deseo que tenían el resto de los hombres
para con ella.
Ian sabía incluso de su primera vez y efectivamente la tuvo con su
hermano pero ni siquiera eran novios, no eran nada y nadie más que él sabía de
esto. Para Ian era la hermana que nunca tuvo, a la que le sostuvo el rostro
entre manos cuando lloraba, ya sea por una pelea, discusión con quien fuere e
incluso con la muerte de Roderick. Pero a la madre no le importaba nada lo
afectivo, solo la dote que la familia de Kate les otorgaba y no quería perderlo
porque su inepto hijo no quería continuar con la tradición y aceptar sus
obligaciones. No le pedía que la quiera, tan solo le pedía viviese con ella y
le dé el apellido, que tanto honor y orgullo tenía, imponía respeto, S-WAICK,
pero él se lo negaba rotundamente. Le reprochaba a la madre en sus grandes
discusiones: "Yo no voy a hacer como tú que se casó sin amor, se eran
infieles. Todos en el pueblo lo sabían, aunque no lo hablasen en público, que
ustedes ya no estaban juntos pero para guardar formas y que no piensen mal, no
hablen y seas mal vista, siguieron viviendo bajo el mismo techo. Además, se
sabía que padre tenía más hijos bastardos de lo que se puede contar con los
dedos de una mano. Si es por mí, no me interesa ser desheredado o tener que
comer mazamorra todos los días mientras sea feliz."
...
Los días, semanas y meses pasaban, la madre ya no le dirigía la
palabra. Ambos envejecían, el niño crecía y se le iba a complicar que lo
reconociese como figura paterna, pero no le importaba a Ian porque no le
interesaba ocupar ese lugar y menos que menos aparentar, lo que no fue ni será.
Mientras tanto, en dicho tiempo, Ian seguía cotejando a Rouss los días que la recibía en la casa.
A pesar de dicho conflicto cuando la madre la quiso echar de la casa,
acusándola de destructora de hogares. Ian se enfureció y le gritó que no se
meta con ella porque no tenía nada que ver en su decisión y menos porque este
en la casa. Si ella no estuviera en la casa, sería lo mismo porque no se
casaría con Kate.
...
Ya pasados los años, todos sabían que estaba sola y soltera la viuda de
Swaick, que estaba marcada por la
desgracia y no podría volver a casarse, aunque aumentaba la falta de sentido que
el hermano esté vivo y no pueda ocupar ningún otro ese lugar al que resignaba.
Como de costumbre, un lluvioso día Rouss de manera muy insolente, se
tomó el atrevimiento de encarar y hablar con Ian haciéndole el siguiente
planteo: "Pasaron tantos años, ya no soy la misma de antes, mire mis
manos, mi vejez. No puedo seguir más así, no le deja ser feliz a nadie ni a su
ex cuñada, al vejestorio de su madre y menos que menos a mí. Tú te preocupaste más
en llevar la contra que te olvidaste de ser feliz y de vivir. Ya que nunca
podremos ser felices ni juntos ni separados, gracias a un bendito capricho suyo.
Ya hacía tiempo que sentía que los ojos de él no eran dignos de verla
llegar."
Y esa fue la última vez que llovió en el pueblo.
©Marcos A. Robledo2014
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