Viaje Cotidiano



Todos los días tomaba el mismo tren, a la misma hora estaba esperando parado en el andén. Trataba de subir siempre en el mismo vagón pero a veces no se podía porque iba mucha gente y comenzaba la batalla por poder subir, que no solo era con los otros que trataban de subir sino que se producía un suceso inaudito porque también se empujaba y hasta se les dificultaba salir a los que querían bajar. Rara vez íbamos la mismas personas, pero siempre una que otra cara se hacía familiar.
Las veces que podía sentarme, aunque sea en el apoyo isquiático (aunque a veces también lo hacía parado, tratando de hacer equilibrio para no caer), miraba a todos y cada uno de los pasajeros que iban en el viaje y creaba una historia, la que cada uno de ellos traía consigo detrás de sus ojos; sacaba mi libreta y anotaba lo que los ojos me querían decir. Cuántas parejas rompieron durante el viaje y yo sin poder acercarme a abrazarlas, no había peor cosa que ver una mujer llorando sin que nadie las consuele y decirles “entiendo por lo que estas pasando pero no es el fin del mundo ya vendrán cosas mejores”;  hombres llorando de alegría al enterarse que fueron padres, padres retando a sus hijos de sobremanera pero que si les decís algo a ellos te empiezan a agredir diciendo que la educación de sus hijos es cosa suya y que no me metiera,  y nunca pero nunca faltan los sucios que tiran basura por la ventana ¿harán eso en sus casas? Odio que ensucien la mía, y encima después cuando llueve se quejan de que se inunda, siendo que ellos provocaron eso. También estaba el infiel, el que iba a la 1º entrevista, la madre preocupada que llevaba al hijo al hospital, un avaro contador, un intento de escritor que iba anotando todo lo que veía en su pequeña libreta, un estudiante de medicina que leía sus apuntes al pasar porque tenía parcial ese día, una peluquera, el que se enamoraba todos los viajes, uno que bajaba y subía por otra puerta cuando pasaba el guardia picando boletos y por ahí atrás andaba un punga. Sobre todo estaba ella, que cargaba en brazos sus libros y de vez en cuando iba leyendo, según parece nunca notó mi presencia. Se subía en Bernal y bajaba en Avellaneda. En fin estábamos todos compartiendo el mismo destino para luego poder continuar con sus obligaciones. Todos tenían una historia por ser contada pero nadie tenía tiempo de oírlas por el hecho de ser una vida común y corriente.
Un buen día me animé, inflé el pecho y me acerqué hasta ella, solo para respirar el mismo aire. Me miro me sonrió y me dijo “¿Cómo estás? Hace mucho que veo que tomas el mismo tren conmigo y por suerte dio la casualidad que bajaste en el mismo lugar. Perdón sé que soy muy efusiva no quería darte miedo”, dijo mientras reía y yo sin siquiera poder emitir un sonido más que un ronco “¡eeeh!”. Quedé boquiabierto, estupefacto, ella se animó en 2" a hablarme, lo que quise hacer durante meses pero el pánico me invadía. Solo pude decir ''está bien que se hable tanto del empoderamiento femenino pero la verdad que me inhibió que una mujer se anime a hablar, aunque nos me estés quitando la galantería, te lo agradezco". Me miró de tal manera que sentí que me comía con la mirada. Entonces agregué rápidamente "Perdón, pero es la primera vez que me pasa esto. Sé que soy un torpe, agradezco que te hayas animado a encararme, porque no sé si me hubiera animado a hacerlo". Me miró, me sonrió y me dijo que no pasaba nada, agregó que no era feminista ni nada de eso que ella siempre había sido de la misma forma, le gusta ir de frente y por lo que quería. En ese momento acordamos tomar un café a la tarde y regresar juntos, mi corazón reboza a de alegría, tenía tanta felicidad que no entraba en mi cuerpo.
En el viaje de regreso le confesé que no debía bajar en esa estación, que solo lo hice por ella y ver si tomaba coraje y me animaba a hablarle, aunque solo sea para preguntarle la hora. Se sonrojo y con una sonrisa entre dientes dijo "Ojalá mi novio fuese así de romántico". En ese mismo momento escuché el "crash" de mi corazón explotando en mil pedazos, al mismo tiempo me sentía como un completo idiota. Llegó el momento de que bajara y se despidió "¡Chau! ¡Hasta mañana!", me dijo. Lo que no le dije fue que mañana nunca llegaría, ni nunca más tomaría el tren en ese horario.
Al otro día, hice lo que tuve en mente desde que escuché esas palabras tan dulces y dañinas a la vez, por no ser recíproco. Durante el viaje, en mi mente sonaba una canción que gracias si la habré escuchado una vez en la vida. Un par de estaciones después, sube una chica con guitarra al hombro y una canción en sus labios. ¡Oh! ¡Sorpresa! Era "Jueves de La oreja de Van Gogh", me enteré del nombre de la canción y de quien tocaba al preguntarle por ella a la chica cuando pasaba pidiendo monedas, la misma canción que sonaba en mi mente. Googlee la canción y leí bien la letra, era igual a la historia de mi vida. No sé porqué el tren no seguía camino, hasta que miré las noticias en el celular y todos los titulares anunciaban el descarrilamiento de un tren con muchos heridos y algunos muertos. Sentí una gota helada recorrer a lo largo de mi espalda, suspiré y pensé en que ella era mi ángel guardián.

Cerré el cuaderno, tras un largo suspiro dejé de escribir, levanté mi cabeza y una lágrima rodó por mi mejilla y preferí escribir la historia que leía en otros ojos.

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